viernes, 17 de abril de 2009

Burrocracia (1ª parte)


Hoy, con todos ustedes, una emocionante historia basada en un hecho real. La epopeya (pues digna es de semejante nombre, más aún cuando todavía no ha terminado) narra las aventuras y desventuras del protagonista (yo) para intentar cambiar su dirección en el padrón municipal, y de esta forma poder votar, ir a la Seguridad Social, y todas esas cosas que hace la gente normal.

Pues resulta que voy a la oficina del Ayuntamiento de mi barrio (Hostafrancs, en BCN) el otro día, dispuesto a actualizar mi dirección en el padrón municipal. Para ir ya preparado (hombre prevenido vale por dos) llevo conmigo el contrato de alquiler del piso en el que vivo, en previsión de que seguramente me pedirán un documento que acredite que efectivamente resido en el barrio.

Entro, veo un mostrador a la entrada donde reparten los números de turno y "oh, maravilla", no hay casi cola. Voy al mostrador, donde una señorita muy amable me pregunta que deseo. "Pues quería cambiar mi dirección en el padrón". Me pregunta si traigo el contrato. "Si es que no se me escapa una", pienso yo, "todo va rodao". Así que la señorita me da un número y entro adentro.

Como casi no hay gente, me atienden enseguida en uno de los mostradores. "Pues que quería cambiar mi dirección en el padrón, aquí tiene el contrato", le digo al señor. El señor se lo mira, pone cara de contrariedad, y dice "Uuuuuy, este contrato está caducado, es valido sólo por un año". Pero yo, que voy preparado para cualquier contratiempo, le respondo "Sí, pero es prorrogable a 5 años, lo dice aquí, en esta cláusula, mire, mire". El señor se la lee y dice con indiferencia "Sí, aquí pone que es prorrogable, no que haya sido prorrogado". Ante semejante argumento, por supuesto, me deja desarmado. Le digo "Bueno, y que tengo que hacer?". "Pues me tiene que traer una factura de la luz, del gas o del agua".

Parece que no iba tan preparado después de todo, pero esta pequeña adversidad no puede vencer a mi firme voluntad de conseguir mi meta. Así que voy a casa y la pongo patas arriba (soy un poco desordenado, sí) hasta encontrar una factura de la luz, donde... "ajá! Figura mi nombre!". Esta vez nada puede fallar. Nadie dijo que sería fácil, pero esta vez es la buena.

Voy otra vez a la oficina, donde en cuestión de pocos minutos se ha formado una cola tremenda. Parece que todo el mundo ha decidido venir a la misma hora. Qué mala suerte. Hago cola durante unos minutos, otro señor me da número otra vez. Me pregunta si traigo el contrato, por supuesto, pero no considero necesario aclararle que ya he venido antes, así que le digo que sí. Después de todo, esta vez todo irá bien. Dentro hay un montón de gente esperando, la mayoría inmigrantes. Me siento a esperar. Hay una mujer que parece peruana, con un niño en un carrito. El niño tiene un aspecto bastante gracioso, con ojos achinados, cara de pan de quilo y corte de pelo a lo Juana de Arco. Se acerca un gitano que entra en la sala con su madre, una gitana de las que parece que te van a leer la mano, y si no quieres te echan una maldición que te cagas para el resto de tu vida. "Mira, mira! Que niño más gracioso! Se parece a ese que sale por la tele, el Machu Pichu! Qué divertida es esa serie! No será el Machu Pichu su padre?" le dice ni corto ni perezoso el gitano a la señora peruana. Ella niega amablemente para despejar toda duda sobre la paternidad del crío, cosa comprensible por otra parte. Yo me pregunto que le parece a la señora que llamen Machu Pichu a su crío, pero parece que ya es mi turno. Por fin!!

Entro al interior. Otro mostrador, otra señora con cara seria. Le explico la historia, "es que he venido antes... blablabla... así que aquí traigo la factura de la luz, aquí está mi nombre". La examina cuidadosamente, y dice "Uy, sí, pero el titular no eres tú, es una tal Núria Vives, mira, mira aquí". Tú solo eres el destinatario de la carta. Se me pone cara de tonto. "Bueno, pero si mi nombre sale ahí, es porque pago yo la factura". "Tú puedes pagar las facturas de toda Barcelona, si quieres, pero esto no sirve". No me lo puedo creer. Empiezo a pensar que hay una cámara oculta en alguna parte, pero como no me parece adecuado preguntar donde está, le pregunto a la señora qué tengo que hacer entonces". Me dice que traiga el recibo del último alquiler.

Salgo de la oficina con un cabreo del quince. El recibo del último alquiler, vete a saber donde está eso, además ya es tarde y tengo que ir a trabajar, así que debo posponer la operación para otro día. No pasa nada!! Seguro que debo tener el dichoso recibo por alguna parte, y esta vez nada podrá impedir que me empadrone!!

Continuará...

1 comentario:

Unknown dijo...

Algo así le pasó a Kafka y terminó escribiendo "El Proceso" donde el protagonista "muere" psicológicamente en una selva de burocracia que lo inmortalizó para siempre. Tú no te arredres en esta historia del Padrón, pues dice el refrán que "el que la sigue la consigue" y yo tengo mucho interés en ver como termina la historia esta
del jodio padrón. Besos